¿Eres Paula Parálisis o Aitana Acción?

Es junio, hace un calor húmedo y pegajoso en Málaga y yo estoy sentada en el patio de mi instituto escuchando el discurso de graduación de Pablo Aranda: un escritor malagueño que también estudió aquí.

Llevo un vestido de tirantes en tonos beige y azules y estoy triste porque el CQMG (Chico Que Me Gusta, y que contra todo pronóstico se convertirá en Mi Primer Novio™) no viene esta noche: se ha ido a Pamplona a hacer el examen de acceso de la Universidad de Navarra.

En unas horas me pasearé medio borracha por la sala donde cenaremos diciendo a quien quiera oírme «yo estoy aquí, pero mi corazón está en Pamplona», pero de momento escucho el discurso y algo me sorprende:

—No permitáis que nadie os diga que la universidad es la mejor etapa de la vida —dice Pablo Aranda—. Es mentira.

Oír esa frase es un soplo de aire fresco no literal (literalmente hace bastante calor). La idea de «aprovecha tu juventud, que luego todo es mierda» siempre me ha angustiado.

Pablo Aranda ni se acordará, pero su frase me acompaña durante los siguientes cinco años.

Porque, francamente, mi época universitaria es un poco una mierda.

Y encima me la paso entera con ese flequillo

No una Mierda enorme, claro. Hago cosas. Estudio, voy y vengo, hago amigos y hasta creo un blog. Pero también NO hago muchas cosas.

Por ejemplo: no escribo. No lo suficiente, al menos. Tengo eones de tiempo a mi disposición y me cuesta sentarme. Ahora es cuando debería estar puliendo mis habilidades y no lo hago.

No me voy de Erasmus. Me da miedo. Investigo un poco sobre la ciudad donde había pensado irme (Lille, en Francia) y me aterra imaginarme ahí sola bajo un cielo frío y lluvioso.

(En realidad, seguramente irme a Francia hubiera sido una mala decisión. Yo quería irme a EEUU. Pero eso sí que quedaba lejos de mi imaginación y ni me lo planteé)

No hago deporte. Esto sí que me da rabia cuando lo pienso. A los veinte, tu cuerpo es una máquina de construir músculo y recuperarse. Pero como mucho, me propongo salir a correr, voy un par de semanas y entro de nuevo en el «modo pausa», en el que algo (exámenes, una gripe o un chico) me distrae de mi propósito. 

No planeo nada interesante durante mis veranos. Meses y meses sin obligaciones desperdiciados para siempre.

Etc.

La canción con la que me identifico es El hombre del traje gris, de Sabina, solo que yo me siento «en el batallón de los nacidos para perder».

¡Con veinte años!

Muy triste todo.

Han pasado dieciséis años desde entonces: mi vida es muy diferente y, para orgullo de Pablo Aranda (el escritor que dio el discurso), mucho mejor.

Me muevo cada día hacia donde quiero ir y voy logrando objetivos. Sé cómo llegar de A a B, siempre que B no sea algo imposible para mí tipo ser astronauta o acróbata del Cirque du Soleil o súper ordenada.

Trabajo en casa en lo que me apasiona. Algunas mañanas salgo con mi hija a pasear y le voy contando lo que vemos: «eso es un autobús y esa es la gente que va a trabajar», le digo, señalándole a los que van dentro. «Mami trabaja, pero no se va a ningún sitio y eso la pone muy contenta porque le gusta mucho estar contigo».

[Nota: ¿por qué los padres a veces hablamos de nosotros mismos en tercera persona, rollo Julio César?]

Tengo mejor cuerpo que a los 18: increíble, pero cierto.

Bueno, no todo. El embarazo no perdona.

Voy al gimnasio con constancia y sigo un plan de entrenamiento serio.

He escrito una novela. Poco exitosa, cierto, pero ahí está (y ¡eh!, el otro día me enteré de que ya he ganado casi 4000 euros con ella; ni tan mal).

He viajado a EEUU. Tres veces. No soy una viajera loca porque tampoco es mi ilusión: me gustan mis rutinitas y mis cosas, pero si quisiera ser una viajera loca, sabría qué hacer para lograrlo.

En la universidad, era Paula Parálisis; ahora me he convertido en Aitana Acción. No del todo: aún me queda trabajo, pero sí lo suficiente como para salir del bucle vital en que estaba.

Y el proceso para pasar de una a otra ha marcado una diferencia tan enorme que quiero compartirlo contigo.

Si te interesa, te aviso: no es fácil. Requiere coraje, abrazar la incertidumbre y, más que nada, paciencia (un atributo cada vez más escaso en este mundo de LLAMA A GLOVO QUE LO QUIERO YA).

[Nota importante: esta no es una historia de «si yo puedo, tú también». Te lo cuento para que sepas que mi obsesión con la acción significativa viene de que he experimentado en mis propias carnes lo que es pasar de un lado a otro. No creo que por conseguir algo tú ya se lo puedas enseñar a los demás. Para eso hay que añadir formación y la práctica, y de eso también tengo ;)]

Te presento a Paula Parálisis. Es muy posible que se te parezca; quizá no del todo, pero sí lo bastante como para que mientras lees esto te revuelvas un poco en la silla.

Paula puede ser una universitaria con demasiada información y mucho miedo, o un señor de sesenta años que piensa que ya solo le queda esperar a la muerte. Eso es lo de menos.

Paula tiene sueños y esperanzas. Es posible que fuera una buena estudiante. Le han dicho a menudo que vale un montón (como me lo dijeron a mí de pequeña) y piensa que convertir ese potencial en resultados es cuestión de tiempo y un poco de suerte.

Sin embargo, no se da cuenta de que está jugando a un juego totalmente distinto. En el mundo adulto, no hay caminitos con un examen al final que te aseguran que si lo haces todo según las reglas, conseguirás tu matrícula.

No puedes preguntarle a nadie «¿esto entra en examen?».

Pero Paula eso aún no lo pilla, así que en una esquina de su mente, imagina las grandes cosas que hará, aunque no tenga muy claro en qué consisten.

(Si Paula ya tiene cierta edad, lo que se imagina es «lo que podría haber hecho si hubiera querido»)

A Paula le cuesta mucho tomar decisiones. Suele estar descontenta con lo que tiene en el aquí y ahora. La razón es que piensa que cuando encuentre El Camino™, todas estas sensaciones que tiene a veces (incertidumbre, incomodidad, aburrimiento) se le quitarán.

Esto tiene mucho que ver con que Paula es una buena carnaza para los gurús que le aseguran que ellos son los que tienen El Camino™. Los que le juran que en X tiempo tendrá los abdominales o el negocio montado. Los que le dicen que el mundo es un lugar aterrador y necesita que la lleven de la mano hasta donde quiere llegar.

A Paula le interesa el desarrollo personal. Le encantan dos cosas:

  • Conocerse a sí misma. Quiere que alguien le explique sus por qués. ¿Por qué me cuesta tanto hacer X? ¿Por qué soy así? Si alguien le da una razón que suene bien (su personalidad, los hidratos de carbono, algún trauma oculto), todo se resolverá por arte de magia.
  • Aumentar su autoestima. Todos le han dicho que tiene que quererse y a ella de vez en cuando el viene el pensamiento de «¿y si no soy suficiente?». Paula no sabe que ese pensamiento es parte de lo que significa ser un humano.

En cualquier caso, Paula prueba muchas cosas. Le da la sensación de estar avanzando. Se apunta a cursos, lee libros y escucha podcasts. También hace talleres y aprende distintas habilidades.

El problema es que cuando hay que comprometerse un poco más, o simplemente cuando la cosa se pone aburrida, lo deja y pasa a otra. 

A ella le molan las «ganancias del principiante», como se dice en musculación. Ese momento en que con cuatro cositas mejoras mucho. Cuando esas ganancias se terminan, piensa que algo va mal en el sistema y cambia a otro.

Le da miedo equivocarse y no profundiza. Es como un buscador de agua cavando veinte pozos de medio metro en lugar de uno de veinte metros.

El esfuerzo sin foco sirve de poco #rimainvoluntaria

La razón es que cuando piensa en quedarse con un solo pozo, le entran los siete males: ¿y si no es EL pozo adecuado? ¿Y si se pierde algo?

Y claro, como no se permite a sí misma avanzar lo suficiente… siempre tiene la sensación de que cada cierto tiempo está de vuelta en la casilla de salida.

Yo tuve mucha suerte. No sé muy bien qué fue lo que me hizo convertirme en Aitana Acción. Quizá estudiar oposiciones y ver que era capaz, o empezar a escalar, o la meditación y conocer ACT (la Terapia de Aceptación y Compromiso) o una mezcla de todo.

La cuestión es que unos años después de la carrera, yo era muy distinta. Me parecía mucho más a Aitana.

En algún momento de su vida, Aitana ha aprendido dos cosas importantes:

  • La primera es que sus acciones tienen consecuencias, tanto negativas como positivas. Es consciente de que existen la mala suerte y las circunstancias, pero en general, cuando hay que buscar razones, se mira a ella misma primero.
  • La segunda es que las cosas importantes llevan tiempo. No se puede tener un cuerpo diez en un mes. No se puede crear un negocio exitoso en tres. Esto lo ha aprendido cuando ella misma se ha puesto a hacer cosas y ha visto la realidad del trabajo que llevan detrás.

Estos dos aprendizajes, combinados, le han dado a Aitana superpoderes.

Va sin prisa pero sin pausa. Se enfoca en la dirección que sigue su vida, y no en los resultados inmediatos. Y aunque avance despacio, no tiene la sensación de estar recorriendo el mismo bucle una y otra vez. Ve progreso: nota que avanza.

Cuando prueba algo, lo hace durante el tiempo suficiente para evaluar los resultados. Cava sus pozos hasta que encuentra agua o hasta que puede decir con seguridad razonable que el agua no está ahí.

Como tiene ocupaciones y proyectos interesantes, no le da tiempo a atascarse en bucles mentales de rumia y preocupación; y cuando se atasca, sabe que la manera de resolver es haciendo, no pensando.

Paula, sin embargo, trata de solucionar sus problemas entendiéndolos, dándoles vueltas, buscando explicaciones. Es tan absurdo como tratar de arar un campo imaginándolo en tu cabeza.

Es curioso, pero Aitana cree en los cursos, los libros y los talleres. La razón es que, a diferencia de Paula, ella los aplica y ve resultados. De hecho, ¡los ve baratos! 

A partir de cierto momento, sin embargo, Aitana desarrolla un buen criterio para elegirlos. Sabe cuáles le hacen promesas imposibles y cuáles tratan de enganchar a la parte de Paula que hay en ella. 

Paula ve a Aitana y quiere ser como ella, y lo más curioso es que Aitana podría ayudarle… Pero en la mente de Paula solo encajan los consejos que le interesan. 

Por ejemplo: Aitana ahora tiene cuerpazo y Paula le pregunta cómo lo ha hecho.

Esto es lo que Paula quiere oír:

Pues he hecho una dieta muy fácil, en la que puedes comer de todo y no pasas hambre, y luego simplemente moviéndome un poquito más, de repente se me ha puesto este cuerpo. Además estoy tomando chirimoya, que era un alimento sagrado construye-músculos de los mayas. Y encima súper bien, porque tengo un día de «trampa» a la semana en el que puedo comer lo que quiera.

Esto es lo que Paula no quiere oír:

Pues verás, las mujeres construimos músculo muy despacio, y además es difícil crear músculo y perder grasa a la vez, así que durante varios meses perdí grasa contando calorías con una app y pesando mi comida, y después creé músculo haciendo lo mismo, pero comiendo más. He estado yendo al gimnasio y levantando pesas cuatro veces por semana y solo salgo a comer a la calle una vez cada quince días.

O Aitana ahora trabaja desde casa con un negocio online y Paula está agobiada porque solo le ofrecen trabajos de mierda.

Esto es lo que quiere oír:

Pues mira, no es difícil: hice un curso con Pepito Pérez que me ayudó a crear un embudo de venta y en un finde con él lo tenía listo. Después metía doscientos euros en Facebook Ads y se me convertían en cuatro mil, y en un año o así, contraté a un asistente virtual y ahora vivo en una casa en la playa tumbada a la bartola.

Y esto lo que no quiere oír:

Pues mira: hice varios cursos y empecé a aplicar cosas, pero luego resulta que la gente es gente y no cajeros automáticos con patas, así que no salía todo como me decían. Y no tenía solo que vender cursos, sino también HACERLOS, y resulta que no es tan fácil dominar algo lo suficiente como para que te paguen por enseñarlo. Hay un montón de burocracia que rellenar, no te puedes relajar nunca y tienes que seguir buscando formas de dar valor una y otra vez. Y no conozco a nadie en esta industria que esté realmente tirado a la bartola.

Si por un casual Aitana le dice la verdad a Paula (casi nunca lo hace, porque sabe que va a caer en saco roto), la reacción de Paula suele ser ponerse a la defensiva y decir «sí, pero…» seguido de todas las razones por las que ella eso no lo puede hacer.

Porque le gusta mucho el pan.

Porque tampoco pasa nada por tomarse unas tapas y hay que disfrutar de la vida.

Porque seguro que su idea ya se le ha ocurrido a alguien y ya está todo inventado, o porque hay alguien haciéndolo mucho mejor.

O bien que ahora mismo está en modo pausa (por una enfermedad, o una mudanza, o un viaje, o un bebé, o un cambio de trabajo, o…) pero que en cuanto las cosas se tranquilicen, se pondrá a ello.

Paula quiere resultados extraordinarios con medidas ordinarias.

Por supuesto, no todos tenemos que ser Aitana. No hace falta. El otro día se lo decía a una paciente. Le decía: no pasa nada por ser normal, siempre y cuando no estés todo el rato insatisfecha por no ser especial, o que creas que el mundo te debe algo.

¿Por qué hay Paulas y Aitanas?

Paula no es así por gusto. No tiene la culpa. La inmensa mayoría de nosotros somos Paula, y la razón es que durante milenios, con ser Paula te valía de sobra para sobrevivir.

Piensa en un cavernícola. Llamémosle Ugg, como las botas. Ugg come cuando tiene hambre (y puede). Descansa cuando está cansado (y puede). Se aleja de lo incómodo, pero su vida es tan chunga que a veces no le queda más remedio que afrontarlo.

A Ugg le va genial para lo que da de sí el mundo en la edad de piedra. Se reproduce. Pinta en la pared de su caverna y nadie le dice «Eh, Ugg, vaya mierda de dibujos» porque no tienen mucho con que comparar. Vive hasta la respetable edad de treinta y dos años.

Ahora pon a Ugg en nuestro presente de Netflix y Telepizza: a comer cuando tiene hambre, descansar cuando está cansado y alejarse de lo incómodo. Lo que le servía en un entorno hostil le arruina la vida.

Y por eso vivimos en un mundo de Paulismo extremo.

Hasta aquí bien, pero, si le va tan mal, ¿por qué Paula no cambia?

Es una buena pregunta: ¿por qué sigue Paula Parálisis atascada? ¿No puede actuar igual que Aitana, darse cuenta de cuál es el camino para llevar una vida más plena y seguirlo?

La respuesta a esto es el Salto de Fe.

Observa este dibujo (¡no intentes comprenderlo aún!):

Imagina que Paula lleva toda la vida caminando por el círculo del centro y no está mal. Hay unas cuantas matas con bayas y moras. De vez en cuando, caza un par de gorriones. Puede beber el agua de la lluvia.

Pero si miras el mapa, verás que solo con salir un poco del círculo, llegas a una tierra mucho más interesante. Hay una piscina, una casa cómoda, chocolate, gatitos, globos y un sinfín de cosas más.

PERO.

El espacio entre el círculo y la Tierra Prometida está lleno de árboles frondosos, es difícil avanzar y apenas encuentras agua o comida.

El círculo, además, está aplanado después de tantos años de caminar por él. Es cómodo seguir ahí.

La gente viene de la Tierra Prometida a intentar convencer a Paula de que salga, pero en cuanto se adentra en el bosque… se da la vuelta.

Porque no importa cuánto le aseguren que la Tierra Prometida existe. No puede creerlo si no lo ve con sus propios ojos. Pero no puede verlo si no va.

Paula tiene que dar el Salto de Fe.

Tiene que avanzar en la oscuridad el suficiente rato como para darse cuenta de que va a llegar a algún sitio.

Esto se convierte en un círculo vicioso terrible. Yo puedo teclear hasta que me salgan llagas y contarte por qué una vida de acción es la leche y tal, pero hasta que no des el Salto de Fe TÚ, no aprenderás por ti mismo que se está mejor actuando que parado.

¿Y cómo dar el Salto de Fe?

Hay muchas maneras. Para algunas personas sucede de forma casual con una experiencia que les transforma (por ejemplo, correr una maratón o terminar un Proyecto Grande y Loco).

Pero para otras no sucede nunca. No acumulan el suficiente impulso, la suficiente energía. Su vida es un erial de proyectos muertos antes de empezar.

Yo te puedo echar un cable con la solución que he ceado.

No es el método perfecto ni va a ser «fácil». No vas a llegar al final con respuestas claras y sintiendo que, por fin, ya estás ahí.

Y es porque no se supone que deba ser así.

¿Esa sensación que quieres tener, de certidumbre, de «haber llegado», de tener las respuestas?

No existe. 

No es la sensación que genera una vida de acción.

En la Tierra Prometida también hay problemas; lo que pasa es que compensa.

Es lo mismo que el equilibrio.

Me hace mucha gracias que la gente utiliza la palabra equilibro como sinónimo de «tranquilidad» o de «estabilidad». Si alguna vez has tratado de estar en equilibrio en una postura…

…sabrás que una persona en equilibrio se mueve constantemente.

El equilibrio es algo activo, no estático. 

No esperes que trabajando conmigo vas a tener un (proyecto/cuerpo/negocio/relación) de la hostia en tres meses y que ya te vas a quedar ahí en una vida «equilibrada» No funciona así. 

Pero cuando estés actuando, verás que no te hace falta, porque las primeras recompensas aparecerán pronto.

Llegar al final del día sintiendo que has hecho todo lo posible por ir en direcciones importantes para ti te cambia la vida.

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14 comentarios
14 comentarios
  1. Fran junio 27, 2019

    Muy bueno el post, Marina.
    Muchas gracias.

    Responder
  2. Blanca junio 27, 2019

    Me encanta la foto del final, porque es verdad. Hace poco empece a hacer yoga y me di cuenta de que cuando consigues llegar a esa postura de equilibrio, no puedes desconectar porque te caes. Igual en la vida, cuando por fin llegas a conseguir algo importante solamente significa que el trabajo hecho ha dado resultado, pero tambien que tienes que seguir trabajando o todo desaparecera.

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  3. Pablo Aller junio 27, 2019

    Siempre lo estructuras muy bien, Marina. Hace semanas que me asaltan aves carnívoras graznando «¡Aprende mientras lo haces!, Learn by your Hands!, ¡Identidad!, ¡Constancia!, ¡Sistematiza!, ¡Awareness!, ¡Pizza con jalapeños y extra de queso!; pero tú coges todo ese batido de pulpa de Aitana embrional y lo conviertes en un artículo bien redactado y fundado en tu conocimiento experto.

    Nos vemos en Acción 360º.

    Firmado:
    Pablo Aller, a.k.a Pablo Progressive.

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  4. Mildred junio 27, 2019

    Me ha encantado tu post, Marina.
    Como tú, yo he pasado por la Universidad en el mismo plan. Después, he aprovechado mucho más el tiempo, pero mi esquema mental es habitualmente el de Paula.
    Hasta tus dibujitos me retratan.
    Lo has descrito muy bien. Me he pasado la vida envidiando a los que son Aitana. Deseo cada día comportarme como una Aitana.
    Ahora, a mis años, he aprendido, por lo menos, a no fustigarme por ello, y a intentar ir pasito a pasito.
    También me identifico contigo con el patrón idílico que nos venden de montar negocios online y toda esa mierda. Curro, curro y mucho curro. Como todo en la vida.

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  5. Miguel Ángel junio 27, 2019

    Hola Marina !
    Sólo leer tu artículo me ayudó.
    muchas gracias.

    Responder
  6. Alex junio 27, 2019

    Espectacular el artículo, Marina. No sé cómo consigues que en un post de psicología (que suelen ser un coñazo) me ría, me entre la vena reflexiva y me den ganas de hacer cosas al mismo tiempo.
    En mi caso creo que tengo más de Aitana que de Paula, pero de vez en cuando y en ciertas áreas me quedo estancado y espero que mágicamente todo mejore. Aún así, ¿cómo encaja esta idea de tomar acción con la de aceptar tu situación presente y no agobiarte todo el rato con cómo quieres que sea el futuro?
    ¡Un saludo!

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  7. Laura junio 27, 2019

    Ay Marina qué buen post. Me he quedado helada al observar las características de Paula Parálisis. Soy yooooooooo! Qué bien que estoy apuntada a Acción 360 🙂

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  8. Dolors junio 28, 2019

    Hola Marina, y es posible pasar de ser Aitana acción a Paula parálisis, la zona de confort es como un agujero negro …(que difícil es escribir!)
    Sobre este tema estoy leyendo una novela de David Foenkinos «Estoy mucho mejor», que narra «de cómo con pequeñas metas podemos lograr grandes cosas».
    Saludos y felicidades por el post

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  9. Oscar Medellín julio 3, 2019

    Hola, Marina!
    Increíble, buenísimo el post como siempre 😉 (y)

    Justo me cae como anillo al dedo. Te cuento rápido: ando en una relación abierta -mas o menos- nomás que todavía no es relación oficial, aunque sí lo es pensando en cómo lo manejamos, nuestra intimidad emocional y afectiva, las actividades que realizamos, etc. Ha sido una friega total. Una constante comunicación. He ido aprendiendo como Aitana a que la incertidumbre indica la novedad del camino y, por tanto, el crecimiento. Pero lo más importante: ahora sé que no hay (¡DE VERAS QUE NO HAY!) momento ideal para hacer las cosas, si acaso hay mejores momentos que otros, eso sí.

    Quiero hablar con este muchacho el fin de semana y arriesgarme, dar el salto de fe y proponerle seriedad en nuestra relación, algo con esa «etiqueta» de novios. Al principio me decía a mi mismo «Ay, Oscar, cómo eres de obsesivo. ¿Para qué quieres etiquetarlo? ¿De dónde sale tu trauma por catalogar todo?»… Después de un rato, no tengo claro porqué, pero entendí que aunque le de vueltas, el punto es que me siento más cómodo así, pudiendo decir que es mi pareja oficialmente. Porque ni con todas las explicaciones del mundo me siento tranquilo, pues es esa incomodidad humana la que me mueve. Pasé de centrarme en mis historias mentales a centrarme en la acción. Da miedo, SÍ. Y mucho, pero es parte de la vida.

    Al final, también he aprendido por otras experiencias que callarse las cosas para evadir ese miedo o esa incertidumbre e intentar controlar todo con esa «calma», es super contraproducente. Es importante actuar, hasta diría yo que un poquito más importante que estar informado y seguro, aunque van de la mano ambas cosas.

    De este post me quedo muchísimo con tu dibujito sobre los hoyos y el agua, es una metáfora super bien construida. También me guardé las características de Paula y Aitana para ver qué cosillas podría mejorar en mí (aunque ya sé que no está mal ser ni una ni la otra, al final importa que uno esté cómodo).

    Felicidades por las cosillas tan lindas que escribes 🙂
    Un abrazo desde la Ciudad de México!

    -Oscar

    Responder
    • Sandra octubre 9, 2019

      Oscar, ¿y qué te dijo cuando le propusiste una relación seria? Ahora tengo curiosidad por saber cómo acabó la historia porque me he visto así muchas veces! jaja

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  10. Alba julio 3, 2019

    Gracias por el post! Está genial y me ha hecho sentirme muy identificada.
    Me encanta como escribes! ?

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  11. atreverseacambiar julio 7, 2019

    Muy buena entrada. Me has dado idea para una entrada porque mucho de lo que mi camino en los últimos años está reflejado en lo que cuentas.

    Aunque curiosamente mi camino es algo diferente (ea ea ya haciéndome la especial :P). De siempre he sido Aitana hiper activa. La cantidad de energía que he empleado en moverme ha sido tan exagerada que no me explico cómo lo he logrado. Luego llegó la fase Paula Parálisis. Necesitaba entender cómo estaba tan y tan lejos de dónde quería ir, y peor, no saber dónde quería ir porque tampoco sabía quién soy, qué necesito, qué me mueve…No muy agradable. Entendí que Aitana actuó de pantalla, de protección, y que hacer me salvaba. Hasta que dejé de tener la energía.

    La fase Paula no puedo decir que me haya gustado, pero entiendo que ninguna forma de hacer es errónea siempre que tengan un equilibrio. Aún hoy tiendo a acelerarme y hacer como si no hubiera un mañana. Como ahora ya soy mayor, no tengo tanto aguante, así que mi cuerpo me tumba rápidamente lo que me obliga a meterme en fase Paula (más analítica, que intenta comprender antes de hacer, informarse, sentirse, blah, blah), lo cual no me mola nada, porque no hay nada que enganche más que estar en la cresta de la ola del industrioso máximo.

    Al final, creo que todo llevado al extremo no es positivo. Hacer por hacer vale tan poco como analizar hasta dudar de que el cielo sea azul. Cada persona, por su historia, personalidad, x, tendrá que aprender a controlar una de sus partes y fomentar la otra, para así llegar a cierto equilibrio.

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  12. Miguel septiembre 25, 2019

    Marinaaaa!!

    Somos muchos los lectores que nos encanta tu forma de escribir y tus reflexiones!
    Sé que está tu hija pequeña, la vuelta del verano, y seguro que más cosas que te mantienen muy liada pero estoy deseando leer algún nuevo artículo.
    No suelo escribir a menudo pero me he leído tu blog de abajo a arriba porque me parece muy acertado y realista, me ayuda mucho en mi desarrollo personal.
    te mando un gran abrazo!

    Responder
  13. Gina septiembre 23, 2020

    Tú e Isra Bravo han sido lo mejor que me ha pasado este 2020. Gracias por tanto, Marina!

    Responder

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