Maternidad: mi review después de un año

Maternidad: mi review después de un año

Hace ya más de un año que escribí El dilema bebé: cómo decidir si quieres tener hijos. Me había quedado embarazada después de una enorme odisea de autodescubrimiento de mí misma y heteroconvencimiento de mi pobre chico, Pablo, que en principio no quería y finalmente aceptó.

El post está lleno de reflexiones y algunas predicciones acerca de lo que esperaba encontrarme, así que pensé que podría ser interesante escribir cómo ha sido este primer año de maternidad.

¿Ha cumplido mis expectativas?

¿Es el paquete como lo describían en el anuncio?

¿Cuán probable es, del uno al diez, que lo recomiende a mis amigos?

Vamos allá.

Aviso súper importante

Este no es un post sobre embarazo, parto o crianza. No soy experta en ninguno de esos temas. Contaré mis impresiones y algunas de mis decisiones, pero ni quiero convencer a nadie ni me voy a poner a debatir sobre la mejor manera de criar hijos perfectos y libres de gluten.

Puedes comentar lo que quieras (siempre desde el respeto: no publico insultos ni borderías), pero no cuentes con que me ponga a debatir contigo sobre lactancia, apego o ese tipo de historias. Ya tuve suficiente en su día y me aburre muchísimo.

Lo peor de la maternidad

El embarazo es difícil

A mí estar embarazada me hacía una ilusión de la muerte. Me imaginaba por ahí danzando envuelta en gasas, acariciándome la tripa y sintiéndome como una endorfínica y feliz diosa de la fertilidad.

Y con un campo de trigo. El campo de trigo es fundamental.

La realidad es que odie casi cada minuto del embarazo: preocuparme por mi bebé, no poder tomar medicación o algunos alimentos, no poder dormir en la posición que quisiera, el dolor de espalda, la diabetes gestacional, el agobio del tercer trimestre cuando me despertaba suplicando «Alana, por favor, muévete, muévete».

Por no hablar de las veinte mil complicaciones y molestias que no pongo aquí porque una todavía tiene un poco de pudor.

Ni siquiera me sentía especialmente conectada con mi bebé. El bebé está ahí y lo notas, claro, pero no podía visualizarla muy bien dentro de mi barriga ni interactuar con ella más allá de mi imaginación. Para mí, claramente, el bebé se disfruta más fuera.

Parir es un horror

Desde el momento en que rompí aguas a la una de la mañana hasta que mi hija vino al mundo treinta y seis horas después, mi parto fue la peor experiencia de mi vida.

El dolor era brutal. Tenía muy claro que iba a pedir la epidural, y mi única queja fue a) que no me la pusieran antes y b) que todavía sentía bastante dolor cuando me la pusieron.

Yo creo que mi anestesista, que Dios la bendiga, se pensaba que yo quería dosis bajita para seguir notando el parto y tal. Pero no. Yo quería no sentir las piernas, como Rambo.

Que conste que iba con la mente abierta y dispuesta a vivir la experiencia como viniera. Algunas amigas me habían hablado de sentirse «poderosas» o de experimentar «la fuerza» de las contracciones como algo no exactamente agradable, pero sí potente y conmovedor.

A mí me pareció dolor y punto. Dolor como un dolor de muelas o de estómago, pero dolor del que duele y es horrible y quieres que se acabe cuanto antes.

Lo sentí como si me estuvieran torturando. Estaba a merced del dolor y no podía hacer nada. Todavía hoy, un año después, hay días en que me digo a mí misma «no importa lo malo que sea el día de hoy: al menos no estoy de parto».

Además de eso, mi hija nació con dos vueltas de cordón y se la tuvieron que llevar, así que lo único que podría haber compensado esa experiencia ultra desagradable (tenerla en mis brazos y mirarla con amor) no pude hacerlo.

Mi primer recuerdo de ella es verla morada tratando de respirar.

Aprovecho para decir que todo esto no fue, insisto, NO FUE culpa del hospital, de la medicina o de la sociedad metiendo ideas malignas sobre parir en mi cerebro.

El hospital donde di a luz (el PTS de Granada) es moderno, con gente estupenda que apoya el parto natural para quien lo quiera. Todo fue muy bien y ni siquiera me desgarré.

Tuve información, opciones, la matrona de los cursos era pro parto mamífero y empoderado y me leí (algo de) literatura pro parto natural. Fui a una fisio pro parto natural, a yoga con una profesora embarazada súper hippie, etc.

Debe de ser que soy poco sugestionable o vete a saber. En cualquier caso, ese fue mi parto y mi experiencia y no, no lo recomiendo a otros clientes. Si puedes pedir a tu bebé por Amazon, mucho mejor.

Que ya podría ser verdad lo de la cigüeña, vamos.

Me arrepiento de haber dado el pecho

Yo era bastante escéptica respecto a los beneficios de la lactancia (puedes echar un vistazo a este artículo o a este libro para saber de qué hablo), así que mi idea era intentarlo y si no salía, pues ya está.

A pesar de eso, me vi absorbida por el lactivismo imperante y acabé dándolo todo por tratar de establecer la lactancia.

La peor decisión de mi maternidad.

¿Por qué?

Pues porque en vez de estar los dos primeros meses de vida de mi hija abrazándola, dándole besos, dejándola dormir sobre mí, mirándola y disfrutando de ella…

…me los pasé tratando de que se enganchara al pecho, sacándome leche como una vaca industrial, visitando a dudosas asesoras de lactancia, gastándome dinero en cremas y probióticos y observándola fijamente a ver si se agarraba bien.

Qué desperdicio.

Me arrepiento, ME ARREPIENTO de haber dado el pecho.

Podría sentirme orgullosa de todo lo que «intenté». Intenté relactar después de que el ingreso de Alana fastidiara el inicio de la lactancia, intenté tomar suplementos, intenté pedir ayuda, intenté que un cirujano le quitara el frenillo, intenté, intenté…

Pero no. No me siento orgullosa. Ojalá hubiera intentado menos cosas. Fue absurdo y me amargó dos meses enteros con mi pequeña que nunca volverán.

La lactancia tiene ventajas, sí e inconvenientes. Las ventajas son, además de dudosas, estadísticas: por ejemplo, mi hija de biberón no se ha puesto mala ni una sola vez desde que nació. Tenemos el apiretal sin abrir.

Los inconvenientes, sin embargo, son reales, concretos y están presentes en tu familia.

Mi sugerencia/consejo que nadie me ha pedido es: madre reciente, pon límites y ponlos tú. A tu entorno de iPhones y coches y ascensores y Netflix no se le va a mover una pestaña mientras te dice que pongas tu cuerpo y tu cordura a disposición de «lo natural».

Te dirán cosas como que si tienes ampollas del tamaño de pelotas de tenis te laves con jabón y te saques la teta que te dé el aire, «pero tú sigue dándole, mujer no lo dejes».

Que si estás produciendo poco des el pecho, luego el bibi y luego te saques leche, diez-doce veces al día, durante semanas, día y noche, y les parecerá que es lo más normal del mundo seguir algo que es prácticamente un protocolo de tortura porque LO NATURAL CÁLLATE MADRE CRUEL.

Aunque bueno, seguro que no estás produciendo poca leche, porque solo el 5% de mujeres tiene poca leche, el cuerpo es sabio. Qué tontería pensar que el cuerpo pueda fallar. Es como el páncreas, ¿no? Su función es producir insulina. ¿Cómo no va a producir insulina un páncreas? Qué tontería.

Algunos órganos no se enteran de nada.

Y en fin, que lo dejo aquí porque hablar de lactancia me pone violenta.

(Nota: si has dado el pecho, porfa, no es mi intención ofenderte. Al contrario. Lo que has hecho tiene muchísimo mérito porque es muy duro. Y precisamente porque es tan duro, espero que todas las mujeres que lo consigan lo hagan de buen grado y sin dejarse la cordura por el camino)

Lo mejor

La alegría

Si solo pudiera elegir una palabra para decir lo que me da mi hija, sería esa: alegría. Alana me da una alegría tierna y, como dice mi amiga María Fornet, explosiva.

Es una bebé (bueno, casi una nena ya) sonriente y juguetona. Es preciosa, con unos ojazos azules como los de su padre que te caes para atrás. Es dulce y espabilada, tiene un tremendo sentido del humor y siempre está contenta.

Las carcajadas de Alana son, con mucha diferencia, mi sonido favorito en el mundo.

Es difícil describir lo que te da un hijo sin parecer una cutre frase de muro de Facebook, así que lo dejo aquí. Alana me pone contenta. Su mera existencia alegra la mía.

Lo interesante

Alana, y ser la madre de Alana, es interesante. Trae a mi vida muchos estímulos que no estarían ahí de no ser por ella. Me gusta ver cómo aprende, crece y se relaciona. Me gusta también descubrir el mundo con ella, pensar en cómo transmitirle lo que es importante para mí o aprender juntas.

Ver cómo ella aprende es fascinante. Día a día te das cuenta de cómo cada vez sabe más sobre el mundo y cómo puede influir en él.

Últimamente, por ejemplo, tira sus juguetes por el hueco de nuestro rollo de masaje y después se acerca a mirar dónde han ido. También es capaz de encajar cada tupper con su tapa.

Es increíble pensar que esta es la misma bebé que hace unos meses se miraba las manos con fascinación durante horas, moviéndolas poco a poco delante de su cara. Verla crecer es como un largo y entretenido documental de National Geographic.

Creo que la crianza va a ser cada vez más interesante, a medida que ella va aprendiendo más y siendo más persona y menos brócoli. Me emociona mucho pensar en la de cosas que nos quedan por vivir juntas.

La conexión social

A lo mejor es porque 200000 de mis amigas se han quedado embarazadas a la vez que yo o poco antes/después, pero tener a Alana me ha hecho sentir integrada en la sociedad.

Maticemos.

Mucha gente (yo misma antes de tenerla) dice que no tener hijos le hace sentir un bicho raro, aislado, etc. Ahora entiendo lo que quieren decir porque cuando tienes hijos te pasas al lado contrario.

De repente, formas parte del engranaje del ciclo de la vida, Mufasa te enseña tu reino mientras el sol se esconde en la sabana, etc.

Esto suena muy a plegarse a los designios de la sociedad, pero no yo no lo siento así. Para mí se siente… bien, natural. Como que te mezclas con el tejido de la vida y todo tiene más sentido.

Con esto no quiero decir que si no puedes tener hijos, tu vida no va a tener sentido. Para nada. Es solo que quizá me había acostumbrado a sentirme rara y que no encajaba, y ahora siento que encajo un poco más y es agradable.

La productividad

Este año ha sido súper productivo y estoy convencida de que la causa es tener a Alana. Nada como una buena restricción de tiempo para que el que tienes te cunda como nunca.

Ni siquiera estoy mucho más cansada que antes de tenerla. Un poco más algunos días, pero en general mi nivel de energía siempre ha sido medio-bajo y sigue igual.

Lo que sí noto es que mis días encajan mejor y que tener siempre ratos con ella equilibra el ritmo de trabajo-trabajo-trabajo en el que me había metido.

Lo mejor que he hecho para aprovechar mi tiempo después de ser madre es aprender a usar el Bullet Journal. Invierto entre una y dos horas a la semana en organizarme, planificarme y reflexionar, pero merece la pena porque después aprovecho el tiempo mucho mejor.

Lo esperado

El cambio de vida y de rutinas

Nuestra vida ha cambiado, aunque en realidad no tanto porque Pablo y yo ya éramos gente muy tranquila. Ahora pasamos más tiempo en casa, viajamos menos y somos esclavos de la Diosa de la Siesta Infantil.

Estoy de acuerdo. «Duerme cuando el bebé duerme» es la frase más absurda de la historia.

Lo que más echo de menos es tener tiempo en casa en el que tirarme a no hacer nada sin que me molesten. También extraño ir al cine, escalar con Pablo y poder irme de viaje sola sin tener que rendir cuentas a nadie.

La maternidad sería perfecta si el bebé tuviera un botón de pausa. No mucho; unas horas a la semana de poder ponerlo en modo avión y recuperarte un poco.

Aun así, tampoco lo pienso demasiado. En cuanto me descuide, Alana será adolescente y no querrá nada con nosotros, así que prefiero mirar lo que tengo a echar de menos lo que no.

Además, Pablo y yo nos hemos organizado para hacer viajes en solitario este año mientras el otro cuidaba del bebé: yo me fui a Dublín a un congreso en junio y él a escalar durante una semana este verano. Nos ha ayudado a seguir sintiéndonos personas y a reservar espacio para nosotros.

El amor

A un hijo se lo quiere un montón. Esto no me ha sorprendido porque te lo dice todo el mundo. Es un amor distinto, más incondicional, más irracional. Es un amor extraño al que no afectan brutales cantidades de caca de todos los colores y texturas.

No es solo el amor. Estás convencidísima de que tu hija es la más guapa, lista y graciosa de todos, aunque sepas racionalmente que es imposible. Te extraña que la gente no se pare por la calle y te diga que tienes un bebé de anuncio.

Lo más gracioso es lo guapa que ves a tu bebé aunque no lo sea. Yo he visto meses después fotos de Alana recién nacida que eran muy poco favorecedoras y, aun así, yo en el momento la miraba y la veía preciosa.

La importancia de tus decisiones

Yo me negaba a creerme lo de «no puedes estar preparado para lo que un hijo significa». Siempre puedes prepararte. Pablo y yo tenemos una actitud muy de intentar alternativas y solucionar problemas, y gracias a eso nos está yendo más o menos bien.

En lo que a crianza se refiere, no nos casamos con nadie. Hemos probado el colecho, el porteo, el Baby Led Weaning (lo de que el niño coja trozos de comida con las manos). Hemos leído sobre distintas filosofías y «métodos». Algunas cosas nos las hemos quedado, otras no.

En ese sentido, creo que lo más importante es hacer caso a lo que te dice tu experiencia. Si un método no te está funcionando, ¡prueba algo distinto! Por mucho que encaje la narrativa del gurú de turno, no todo les va bien a todos los niños.

La crianza es complicada de por sí y no hay necesidad de complicarla más. El tema es que los gurús, bloggers e instagramers que hablan de ello lo tienen que complicar, porque si no ¿cómo sacan a colación todos los alimentos, juguetes, objetos y ropa que quieren promocionar?

La blogosfera de crianza me agota. Me paso diez minutos en ella y ya empiezo a pensar que lo estoy haciendo todo mal. Así que no entro y ya está. Mis fuentes son algunos libros, algunos blogs en inglés, los folletos del pediatra y el sentido común.

Lo inesperado

El miedo

A mí como madre no me dan miedo las cosas normales.

Algunas sí, a ver: que se atragante, sobre todo, o que tenga algún accidente por culpa de mi despiste. Pero soy una madre bastante tranquila. Dejo a la niña sin problemas con su padre, con mi madre o con la canguro. Si se cae y llora, la abrazo y le digo que eso son cosas de la vida y que cuando uno explora y vive aventuras, a veces se cae.

Lo que me da miedo a mí son cosas más dramáticas, en plan que la secuestren, que se muera u otras que ni quiero escribir porque son súper truculentas. Los primeros meses me acostaba cada noche pensando que Pablo me iba a despertar para decirme que la niña no respiraba.

Es algo que tengo que hacer un esfuerzo por alejar de mi mente pero que, por otra parte, lo pone todo en perspectiva. Casi todos los días pienso que mi hija podría morirse y eso me ayuda a apreciarla más.

Que Alana se muera me da mucho miedo. Como creo recordar que decía Molinos en uno de sus posts, «seguirías viva, pero eso ya no sería vivir».

Me sigo sintiendo igual

Pensaba que la maternidad iba a ser una especie de trasplante de personalidad. Tanta gente la describe como un cataclismo que te cambia por dentro que creía que para mí también sería así.

Sin embargo, yo me siento igual. Sigo siendo Marina. La mayoría del tiempo no me lo paso pensando en mi hija. Pienso en mi blog, mis entrenamientos, la serie que estoy viendo, un libro…

Quizá es porque mi hija va bastante en piloto automático y no hay nada sobre ella que me preocupe (toco madera), pero si por ejemplo le toca a Pablo quedarse con ella, yo salgo por la mañana de mi casa y cuando salgo por la puerta ya estoy en otra cosa.

Quizá parte de esto tiene que ver con que Pablo y yo practicamos una crianza paritaria al 100%, gracias en parte al bendito biberón.

Yo confío completamente en Pablo cuando está con Alana. No hay nada que yo haga mejor que él (bueno, sí: recogerle el pelo. Él ni lo intenta). Esto hace que me despreocupe si Alana está con él.

En parte está bien seguir siendo yo, pero en parte ha sido un poco decepcionante. Creo que esperaba algo así como una transformación espiritual, pero eso no me ha sucedido. Tienes un hijo y después la vida sigue y la única persona capaz de llenar la tuya de sentido eres tú.

La pareja

Pensaba que Pablo y yo nos pelearíamos, que estaríamos en tensión, que sería muy duro para la pareja… Y la verdad es que estamos muy bien.

Con la gordita recién nacida en octubre de 2018

En parte porque solemos estar de acuerdo para tomar decisiones y en parte, las cosas como son, porque Alana es muy tranquila y nosotros muy relajados, nivel «uy, coge a la niña del suelo que ya lleva un rato chupando las ruedas del carrito».

Pablo y yo seguimos teniendo conversaciones interesantes, salimos juntos a comer o a cenar cada semana o dos, nos abrazamos, nos besamos y nos toqueteamos, nos reímos juntos, nos decimos «te quiero» y nos preguntamos qué tal nos ha ido el día.

Esto está relacionado con el punto anterior, y es que a mí no se me ha olvidado Pablo por estar todo el día pensando en Alana, como les he leído a otras madres en Internet. Yo me acuerdo de él, pienso en él y le presto atención. Me sale solo.

Pablo, por cierto, está encantado con Alana. Sienten adoración el uno por el otro. A veces, por la noche, le veo tirado en el sofá. «¿Qué estás mirando?», le pregunto. «Porno», responde, y yo sé que en realidad está pasando en bucle vídeos y fotos del bebé.

El sueño

Por último, el tema del sueño. Es lo que más me preocupaba antes de tener a Alana y ahora, un año después, puedo decir: para mí no ha sido tan terrible.

Las primeras semanas dormía poco, pero la única cosa buena de la lactancia fue que dormía SÚPER BIEN. En dos horas me quedaba nueva. Tenía bastante energía y no lo recuerdo como una época demasiado difícil en lo que a sueño se refiere.

Cuando nos pasamos al bibi, empezamos a hacer turnos, y desde entonces he dormido casi todas las noches lo suficiente para sentirme persona. Alana duerme mucho y nos hemos preocupado desde el principio por crear buenas rutinas con ella.

Recomiendo mucho este libro para aprender sobre el sueño de los bebés y responsabilizarte de él. No tienes que dejarle llorar si no quieres. Puedes conseguir grandes avances con rutinas y pequeños pasos, y merece mucho la pena.

El sueño ha sido, para nosotros, el pilar de nuestra felicidad parental. La niña duerme y está contenta, nosotros dormimos y estamos contentos y la familia funciona.

Antes de irme, el mejor consejo que te puedo dar para ser madre/padre: pon a tu hijo a dormir temprano. Temprano es entre las siete y las siete y media.

Te quedas sin vida social, sí, pero después tienes cuatro o cinco gloriosas horas para ti y tu pareja en las que recargar energías, reconectar y echar un poco de menos a tu bebé, que no viene mal.

Además, todos los libros y artículos que he leído coinciden en que los niños necesitan irse a dormir temprano. Aquí en España eso es anatema porque vivimos de noche y en los bares, pero me atrevería a decir que esos bebés que chillan a partir de las 7-8 de la tarde no son malos ni revoltosos: tienen sueño.

No hay descansos ni vacaciones

Esto lo pongo aquí porque aunque racionalmente era consciente, en realidad no sabía lo que significaba. Hasta ahora, nunca había hecho algo de lo que no puedes descansar. La maternidad sigue, y sigue, y sigue como el conejito de Duracell. Es cansado pero, sobre todo, es implacable.

No hay fines de semana. No hay vacaciones. No te puedes tomar días por asuntos propios. Creo que eso es lo que más me ha impactado de ser madre y lo que todavía me cuesta a veces.

En resumen

Con la que lié para tener hijos y lo convencida que estaba, hubiera sido medio kármico que todo me saliera mal y me arrepintiera, pero la verdad es que todo está yendo bien.

Estoy convencida de que tener hijos ha sido una buena decisión para mí. Soy más feliz con Alana.

A lo mejor en el futuro se hace yonqui y nos asesina a Pablo y a mí para robarnos los ordenadores, y mi último pensamiento mientras agonizo es «me arrepieeeentooo», pero de momento estoy contenta.

Si no tienes hijos por deseo o por circunstancias ajenas, quizá este post pueda servirte para a) no echar de menos la experiencia de estar embarazada y parir, y b) abandonar la expectativa de una transmigración espiritual inducida por la procreación.

Creo que se puede ser feliz sin hijos, y lo que hace la maternidad es cambiar unos problemas por otros.

(Con esto no quiero menospreciar tu sufrimiento si no puedes tener hijos por lo que sea. Es muy doloroso no saber si va a suceder, como me pasó a mí, así que no me quiero imaginar cómo sería renunciar a ello. Si es tu caso, siento mucho, de verdad, que estés pasando por esta situación)

Si te lo estás pensando, yo lo recomiendo. En realidad, ahora a veces pienso que le di demasiadas vueltas. Hemos vuelto la maternidad tan trascendente y tan experiencia lifestyle de consumo que nos comemos el tarro a unos niveles insanos.

Antes se tenían hijos y seguías con tu vida. A veces pienso que esa es la forma más sana (y lógica) de verlo.

Por ultimo, me siento muy, muy agradecida por tener a Alana. Mucho. Esto estuvo tan cerca de no suceder nunca.

A veces se lo digo: gracias por ser mi hija. No creo que hubiera podido diseñar una nena mejor. Buscando fotos para el post se me saltaban las lágrimas de verla ahí desde que nació, tan pequeña, tan TAN tierna y alegre siempre. Es El Mejor Bebé.

Como dice la canción de Niña de agua, de Ana Belén (que, por cierto, está dedicada a su hija Marina): fue la pieza que andábamos buscando.

Ale, y ya se me están saltando las lagrimillas.

En fin, pues ese es mi primer año.

IMPORTANTE – Sobre los comentarios de este post:

En general creo que tengo bastante paciencia para todo tipo de comentarios, pero el tema del parto-lactancia-posparto me afecta mucho.

Entiende que he compartido una experiencia privada mía sin ánimo de convencer a nadie, que esto no es la plaza del pueblo sino mi blog, y que si quieres que publique tu opinión, tendrá que ser respetuosa y amable.

Mis suscriptores sois gente amorosa, pero por ahí hay de todo y es mejor aclararlo.

Besitos.

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33 comentarios
33 comentarios
  1. Gemma octubre 18, 2019

    Ay Marina, qué post tan bonito! Me ha enternecido.Me alegro un montón por ti! Transmites mucha felicidad.

    Responder
    • Marina octubre 25, 2019

      Muchas gracias, Gemma. ¡Un abrazo!

      Responder
  2. Ab octubre 18, 2019

    Marina, me encantó lo que escribiste! Se me aguaron los ojos.
    Sólo una pregunta, está bien si no es respondida:

    Decidiste dejar de dar de lactar pero te sacas leche o le das estas leches en polvo o formulas que venden en las farmacias?

    Sólo eso.

    Un abrazo fuerte y gracias por escribirnos! Un beso

    Responder
    • Marina octubre 25, 2019

      Hola, Ab!

      Estuve un tiempo sacándome leche, pero ya hace mucho que solo le doy de la artificial (desde que tenía dos meses y medio o así).

      Un abrazo.

      Responder
  3. Lú Moreno octubre 18, 2019

    ¡Bravo Marina!, que post más valioso que acabas de crear, de verdad, muchas gracias por tomarte el tiempo de contarnos esa experiencia tan tuya y con ese estilo que lo haces, que hace que uno sienta que lo está viviendo también.

    Mi sobrina más amada (sí, que tengo una favorita), se llama Alana también, por lo que he conectado contigo tanto en este proceso, además que he pasado por varias etapas similares a las tuyas, de no querer en absoluto.. a empezar a reconsiderarlo… y en esa estoy.

    Das muy buenos datos aquí, que toda persona indecisa sobre el tema debería leer, ya que eres muy imparcial y no actuas como miembro de secta que quiere convencer a todos de algo.

    Me alegra mucho el momento en que tú y tu familia se encuentran, recibe un fuerte abrazo y gracias por seguir escribiendo para nosotros.

    Responder
    • Marina octubre 25, 2019

      Muchas gracias por comentar, Lú. Qué lindo que tu sobrina se llame Alana. No es un nombre muy común por aquí. ¡Un abrazo!

      Responder
  4. Nuria octubre 18, 2019

    ¡Hola Marina! Gracias por compartir tu experiencia. No voy a contarte aquí la mía (mi hijo tiene dos años y medio) porque no viene al caso: cada maternidad es un mundo, y cada familia y circunstancias la hacen distinta. Pero si quería compartir contigo por si te sirve de consuelo (ya sabes, mal de muchos…) que yo tengo los mismos temores que tú: me pasó en el embarazo y siguen ahora. Así que ya lo sabes ¡no estás sola! Ya somos dos paranoicas. 😉 ¡Un abrazo!

    Responder
    • Marina MG octubre 20, 2019

      Muy interesante todo, gracias por la honestidad. Lo del sueño de los bebés me aterra, también porque en nuestra sociedad una amplia mayoría de gente no llega a casa del trabajo antes de las 7 y media. Entre la que se encuentra mi pareja¿Cómo haces entonces? En fin ? A parte de esta reflexión sobre el sistema me he reído mucho y me ha aportado tranquilidad. Un amigo me decía hace poco que parece que ahora si no te quejas de la maternidad-patermidad ya eres raro, que parece que repartan el carnet de quejitis con los bebés y que era una experiencia intensa y alegre más allá de todo 😉
      Y yo no sé si daré teta o no pero tengo claro que sufrir por sugrir es una idea judeocristiana y que a mi no me va! Mi madre tuvo que criarme con fórmula (alergias mías) y he tenido buena salud y un vinculo muy fuerte con ambos progenitores. Saludos!!!

      Responder
      • Marina octubre 25, 2019

        Lo de llegar tarde es una putada, estoy de acuerdo. Una opción que he leído en algunos libros es pasar tiempo con el bebé por la mañana temprano, ya que suelen madrugar. No sé lo que haríamos si nuestra situación fuera así. Quizá atrasaríamos la hora de dormir y veríamos si nos compensa, ni idea. ¡Ánimo!

        Y estoy totalmente de acuerdo con la quejitis. Dicen que la maternidad está idealizada y yo lo que la veo es machacada. Si no estás todo el día siendo «realista» y rajando de tus hijos es porque te han lavado el cerebro. Lo peor, para mí, es que eso se está traduciendo en muchos padres compartiendo las miserias con sus hijos EN INTERNET, donde sus hijos, y sus amigos, y sus empleadores, podrán leerlo el día de mañana.

        Gracias por comentar, Marina. ¡Un abrazo!

        Responder
    • Marina octubre 25, 2019

      Gracias por compartir, Nuria. A mí el mal de muchos siempre me consuela. ¡Un abrazo!

      Responder
  5. Cigi octubre 18, 2019

    Qué bonito Marina, me ha emocionado leer este post. Un besote

    Responder
    • Marina octubre 25, 2019

      Gracias, Cigi. Otro beso para ti.

      Responder
  6. Ana octubre 18, 2019

    Preciosa cada palabra, preciosa tu nena y preciosos vosotros.

    Responder
    • Marina octubre 25, 2019

      Gracias, Ana, ¡un abrazo!

      Responder
  7. Gloria octubre 19, 2019

    ¡Enhorabuena por ese primer año de Alana! Es una niña muy afortunada por tenerte como madre y tiene muchas papeletas para convertirse en una gran persona contigo y Pablo al lado, además de divertirse mucho mientras crece. Deseo que los próximos años sean igual de felices que el primero para los tres. Un fuerte abrazo familia.

    Responder
    • Marina octubre 25, 2019

      Muchas gracias, Gloria. Probablemente la traumemos como todos los padres, pero por el camino intentaremos quererla mucho. Otro abrazo para ti.

      Responder
  8. Mariana octubre 20, 2019

    He devorado este post, porque muchas de las partes las podría haber escrito igual…las sonrisas, volver a casa y que esa sonrisa haga que tus problemas de trabajo-o-lo-que-sea desaparezcan. Quizás porque Alana se lleva dos mesecillos con mi pequeña, hace que todo lo que escribes está también a flor de mi piel.
    La crianza paritaria al 100% es algo maravilloso, pero algo para lo que una parte de la sociedad no está preparada, y te arrojan comentarios para hacerte sentir malamadre. Así que otro aviso a navegantas: NO HAGÁIS NI CASO A LA GENTE, porque siempre tendrán un comentario hiriente (aunque lo hagan sin mala fe), pero algo de lo que me he dado cuenta es que con la maternidad, parte de tu entorno NO TIENE FILTRO en lo que te dice. Y pueden llegar a hacerte daño, sobre todo al principio, donde eres una amalgama de hormonas y no puedes pensar con el cerebro.

    Responder
    • Marina octubre 25, 2019

      Gracias por comentar, Mariana. Yo de momento no me he sentido criticada por mi crianza paritaria, pero también es verdad que trabajo sola y no tengo compañeros que me hagan comentarios desafortunados. Pero lo de que la gente no tiene filtro es tal cual. Todo el mundo se cree con derecho a opinar. Menos mal que somos tías fuertes y nadie nos achanta.

      Un abrazo súper fuerte, ¡tengo muchas ganas de veros!

      Responder
  9. Maria octubre 25, 2019

    Me encantó el post Marina. Lo leí hace días en el móvil y respondo ahora. Mucha honestidad, realismo, veo en él. Cada maternidad y embarazo es un mundo. Yo tampoco disfruté demasiado del mío que además venían dos. Ni les ponía música clásica todos los días ni les hablaba sin parar, como pensé que haría. Lo mejor de la maternidad es tener a tus hijos cerca, sentirlos, vivir la experiencia. En mi caso al ser dos muchas veces me sentí superada. Pero al tener la implicación igual de la pareja pues se lleva mucho mejor. Sé que no soy ni de lejos la madre perfecta, mis hijas se han puesto malas muchas veces últimamente pero lo hago lo mejor que puedo. Un abrazo grande y a seguir así!

    Responder
    • Marina octubre 25, 2019

      Muchas gracias, María. Yo recuerdo que durante el tercer trimestre pensaba: «madre mía, cómo lo hacen las de mellizos o más». Yo también pensaba lo de la música clásica y lo de hablarles y qué va. Y, efectivamente, ni color con tener a tu bebé o bebés contigo.

      Me alegro de saber de ti. Un abrazote,

      Responder
  10. Puri octubre 26, 2019

    Hola Marina!
    Qué alegría volver a leer algo tuyo! Y qué buen post, de esos que te hacen reír y al párrafo siguiente te saltan las lagrimillas.
    Si hay algo guay de esto de Internet es que puedes encontrar testimonios para todos los gustos, y en el tema de la maternidad, creo que cuantos más, mejor. Que se normalicen todos los tipos de experiencias para que las mujeres dejemos de sentirnos tan bichos raros en nuestras vidas.

    Un abrazo!

    Puri

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  11. María octubre 27, 2019

    Gracias, gracias, gracias y otra vez gracias. Llevo 18 años culpándome por haberle dado de mamar a mi hijo sólo dos meses y medio, por no haberme alimentado bien para ser capaz de tener leche suficiente para saciarlo, por no haberme gustado NADA la experiencia de la lactancia y no haber disfrutado NADA con la misma y por haber vivido el momento en que ya no tuve una fucking gota más de leche con alivio más que ninguna otra cosa. Solo he oído a mi alrededor alabanzas hacia la lactancia materna y hurras para aquellas con la teta fuera en cualquier situación por surrealista que ésta fuera con un niño de cuatro años colgado. Y yo me sentía como la zorra hija de puta que cuando volvió a trabajar después de los cuatro meses más uno de propina y le soltó (si, aquello fue soltar un paquete) el niño a su madre sintió una alegría inconmensurable. Y peor todavía cuando con dos años y medio empezó a ir al cole y yo recuperé mi propia vida (gym sobre todo). Estas dos últimas cosas las fui poniendo en su lugar a lo largo de los años y defendiendo mi derecho a disfrutar con más cosas además de con ser madre (y en algunos momentos más que con ser madre, tengo que decirlo). Pero de lo de la lactancia materna todavía no lo había conseguido. Hasta hoy. Gracias, gracia, gracias. Y otra vez gracias.

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    • Marina octubre 29, 2019

      Me emociona tu comentario, María. Al mismo tiempo, me da una pena tremenda que hayas sufrido dieciocho años por esto. Me cabrea, si te soy sincera. Ojalá hubiera estado ahí hace dieciocho años sabiendo lo que sé ahora para decirte que la lactancia no es tan bonita como la pintan y, sobre todo, que no tiene tantos beneficios como para que nos volvamos locas.

      Una cosa que no digo en el artículo es que a mí tampoco me gustaba. Me parecía física y psicológicamente muy desagradable tener a la niña ahí colgada. Todas tenemos derecho a nuestra experiencia y espero que cada vez seamos más las que no dejamos que nadie nos haga bullying con este tema.

      Un abrazo fuerte

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  12. Victoria noviembre 1, 2019

    Hola a todas! Llegué por pura casualidad a este blog, leí primero el post de los siete meses y ahora éste. Felicidades por tu niña! (En algún momento de la vida imaginé teniendo una Alana, porque era/soy fan de Alanis Morissette). Me encanta poder leer testimonios realistas acerca de estos temas. Tengo 36 años, soy muy felizmente soltera, y estoy entrando en la etapa bichito de la maternidad. Siempre fui como vos, cero ganas de hijxs, no amo a los bebés ni mucho menos (sí los cachorros de cualquier especie)… Pero recién ahora estoy considerando la inseminación artificial, que de alguna forma va con mi personalidad autónoma, independiente, etc. No me asusta para nada ser madre soltera, porque sé que no significa estar sola. Sé que mi familia me ayudaría llegado el momento. Lo que sí me da mucho pánico es la idea de parir. Siempre escuché experiencias de dolor espantoso que sinceramente preferiría no padecer. Pero claro, es parte de la cosa. Entiendo que después el amor es tal que te olvidás (si no, nadie lo haría). Ahora hay muchas mujeres que parece que piden cesárea, directamente. Aunque supongo que también tiene sus contras… Hasta hace muy poco, la maternidad estaba plagada de mitos. Por ejemplo, hasta hace muy poco, no sabía lo difícil que es el tema de la lactancia (aún siendo mujer nunca había escuchado hasta hace poco que no era para nada idílico, para.mií -ilusa- se prendían y chau). Me parece una falta de respeto idealizar la lactancia. Pero en fin, mi miedo no es a la soltería, a si seré fértil, a si lograré que me den las economías… Lo que me hace frenar mi deseo es EL PARTO. Abrazo para todxs desde Uruguay

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  13. Victoria noviembre 1, 2019

    Otra de las cosas que me hace cuestionarme el quedar embarazada es cambiar la identidad/funcionalidad sexual de mi cuerpo; llevo 36 años «utilizándolo» como medio sexual y me resulta muy incómodo imaginarlo a merced de otro ser humano que lo necesita para sobrevivir… No sé si me explico. Esa transmutación del cuerpo femenino me perturba un poco. Obvio que por ser madre no dejamos de ser mujeres sexuales… Pero me resulta extraño ese pasaje. Gracias por leer ?

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  14. Victoria noviembre 1, 2019

    Otra de las cosas que me hace cuestionarme el quedar embarazada es cambiar la identidad/funcionalidad sexual de mi cuerpo; llevo 36 años «utilizándolo» como medio sexual (bueno, pongamos que 20 de esos 36) y me resulta muy incómodo imaginarlo a merced de otro ser humano que lo necesita para sobrevivir… No sé si me explico. Esa transmutación del cuerpo femenino me perturba un poco. Obvio que por ser madre no dejamos de ser mujeres sexuales… Pero me resulta extraño ese pasaje. Gracias por leer!

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  15. Sara noviembre 6, 2019

    Conocí tu blog con la entrada de la decisión de tener un bebé, al poco de quedarme embarazada. Y ahora leo tu post sobre tu experiencia y solo puedo decirte que «Te entiendo perfectamente».
    Me he tirado 12 meses repitiendo a la gente «me habéis engañado pero bien» porque no tuve un embarazo fácil ni un postparto fácil tampoco. Y todo el mundo te lo pinta TAN de rosa, tan bonito, que encima de sufrir, me pasé esos 12 meses castigándome internamente, por ser la rara, por no disfrutarlo, por no saber ver lo bonito y otras tantas estupideces. El embarazo no fue un camino de rosas, ni campo de trigo. Pasé momentos bonitos y cómodos, pero también muchos de mucha preocupación, que me quitaban el sueño y la energía.

    El parto, por las complicaciones, finalmente no fue tal («al menos de ese dolor me he librado» que hay que buscarle el lado bueno) pero la recuperación de una cesárea ha sido larga y dolorosa.

    Yo también he tenido problema para dar el pecho después de intentarlo de mil maneras, visitar talleres de lactancia, matronas, pediatras. Por suerte muy buenas profesionales que no presionaron nada, pero la presión ya la traía yo «de fábrica» al decirme «cómo vas a ser tan mala de no intentarlo una vez más, si es natural». Hasta que llegué a tal punto de dolor, de sueño y de depresión que tiré la toalla, pasé al biberón, y desde entonces, pude volver a sentirme persona y empezar a disfrutar de mi bebé. Porque esas primeras semanas se juntó todo lo malo, y si miro para atrás, las tengo entre una nube negra, sin buenos recuerdos (¡qué triste no tener buenos recuerdos de tu primer bebé, recién nacido!)

    Visto desde la distancia, he sacado mis aprendizajes. Sobre todo, a confiar más en lo que pide mi cuerpo y no tanto en lo que «está bien» aunque no se pueda hacer.

    Ahora ya está todo mejor. Y como tu dices, en casa hay alegría porque es lo que transmiten al final, al estar sanos y sintiéndose queridos: pura alegría. Estoy disfrutando mis días con ella, sus avances, redescubriendo el mundo a través de sus ojos (¡qué de detalles nos perdemos en la rutina y las prisas!) y reajustando nuestras vidas para compaginar trabajo – familia – tiempo en privado ¡que es muy necesario! Echo de menos también las tardes «de no hacer nada» o de «hacer cosas» también, sin andar vigilando bebés. La tranquilidad en ese sentido, por supuesto, pero no cambiaría estos momentos con ella, por nada. Ahora, lo de la conexión social que comentas, todavía no me ha llegado. Todavía no tiene edad para estar de parques, y supongo que a la que nos toque socializar más con otros padres, tendrá que venir esa sensación…

    Gracias por compartir tu experiencia, me haces sentir menos rara 🙂

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  16. Eduardo Sánchez Perdigones abril 10, 2020

    Buen artículo!! Enhorabuena

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  17. Sara julio 6, 2020

    Te he descubierto hoy, por pura casualidad, y llevo horas enganchada a tu blog y a tu forma de contar las cosas. Me recuerdas mucho a mi yo de antes, antes de volverme tan insegura y darle millones de vueltas a las cosas. Supongo que son rachas. La idea de ser madre me ronda la cabeza, pero estoy llena de dudas y de miedos… Tener alguien dentro de mí (da miedo si lo piensas), qué pasa si siento ansiedad y no puedo acudir al 0.25 de lorazepam que me da la vida, el parto, la sangre, el dolor….uf! De verdad que no sé si es normal pensar tanto las cosas. Como bien dices, antes se hacía, sin más, como una cosa más, y tu vida seguía. Sería inconsciencia o es que ahora se le da muchas vueltas a todo?
    En fin…
    Tu barriguita con el necesario campo de trigo (que también podía haber sido girasoles) de fondo es brutal!
    Un abrazo, seguiré leyéndote!

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  18. MelitaG julio 31, 2020

    Llegué a tu post de «cómo saber si quiero ser madre» esta mañana y, después de leerlo, lo primero que hice fue buscar si había una segunda parte de tu experiencia.

    Aunque sigo sin animarme a tener hijos (tengo 30 años) me alegro mucho de que a ti te haya resultado muy bien :).

    Un abrazo de una venezolana en Madrid!

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  19. Raquel noviembre 9, 2020

    Gracias, Marina, porque tus posts son lo que más me está ayudando en mi Dilema Bebé. Aún así, sigo sin tenerlo 100% claro. Por una parte, me da una ternura inmensa la idea de tener un bebé, pero por otra me da mucho miedo que tanto cambio en mi vida me haga arrepentirme y que no haya vuelta atrás… También me da miedo arrepentirme de no tener… Como dato, te diré que tengo 39 años.
    En fin, espero que tus posts me ayuden a verlo todo con más claridad. Agradezco cualquier consejo que puedas darme para orientarme en mi decisión…
    Un fuerte abrazo!!! 😉

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  20. Natalia junio 3, 2021

    Gracias especialmente por los dos post sobre tus dudas y conclusiones sobre la maternidad. En mi caso a tu experiencia se añade el estar definitivamente sin pareja y en un límite de edad (45). Con lo que tengo miedo si el cansancio y la falta de pausa, implacable que mencionabas, además de la presión de la responsabilidad exclusiva, serán tan intensas que eclipsarán la mayoría de momentos de felicidad.
    Quería preguntarte también sobre los libros y blogs en inglés que mencionas. Yo he visto los vídeos de «Parenting choices. Auntie Amy» y me parecen muy interesantes.
    Saludos a todas y muchos ánimos.

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